Cabacas

Nos repetimos mucho en el blog, quizás no tengamos excesivo eco. Será culpa de la realidad, que es tan jodidamente tozuda, cabrona y a menudo cruel que hace que andemos señalando injusticias con reiteración. Pero de todas las veces que nos repetimos, cuando toca hablar de Iñigo Cabacas es cuando más duele.

Quizás sea debido a que ya hayamos escrito lo sustancial, y aquello que no ha sido dicho, mas sí pensado, sobre policía, políticos, jueces y fiscalía pueda ser constitutivo de delito en el Reino de España. No en vano tienen la piel fina para reclamar daños morales aquellos que ordenan entrar con todo.

Porque el caso es flagrante.

Porque han pasado seis largos años, a ver si dilatando y dilatando se escurre mejor el bulto, y ahora que el juicio se preve para octubre sospechamos que desemboque en punto muerto. El trabajo de cocina de algunos, y tal.

Porque los poderes fácticos y su establishment están, de facto, dando carta blanca a la impunidad.

Porque cada vez que uno escribe dan ganas de aporrear el teclado y reventarlo contra la pared. Rabia, asco, dolor e impotencia.

Porque sí, quizás lo hayamos dicho todo. O casi.

El viernes hubo una ofrenda de balas de goma ante el palacio de justicia (las minúsculas son merecidas). El sábado, homenaje en el callejón de Kirruli. En ambos actos se pudieron escuchar otra vez los infames audios policiales. La ciudadanía, o al menos parte de esa masa adormecida, sigue todavía demandando explicaciones a más de un responsable. Sí, en esas seguimos.

Habrá más movilizaciones. Ojalá sirvan para poner frente a frente a la ciudadanía con los mentados responsables, el juez y la fiscalía que encabeza Pilar Giménez. Que tengan la decencia de mirarnos a los ojos, pensar por un mísero instante que el muerto podía haber sido su hijo, hermano, amigo y actuar con un mínimo ético. Que piensen por qué falta gente en el banquillo de los acusados, que hagan algo por llevarles al sitio donde merecen estar y dejen de ser engranajes del sistema y correas de trasmisión.

Ojalá un juicio justo. A fondo, a todos los niveles.

Ojalá.

Pero la realidad es cabrona.

Como cuando El Correo trata de activar el ventilador de mierda en la crónica del homenaje a Pitu, a cuenta de la presencia de la izquierda abertzale y la carta que envió desde la cárcel Alfredo Remirez, preso por unos tuits y un acto en favor de los presos y no «por colaborar con ETA» como aseguraba su gacetillera. Es más fácil perpetrar esas líneas que plantearse silencios y ausencias (Ares, Urkullu, Ezenarro o Jonan Fernández, verbigracia), pero, a la vista está, no le pagan por hacer periodismo.

Sin embargo, entre toda la inmundicia moral sobresale como antítesis la imagen de amigos y familiares de Iñigo, en especial la de Fina y Manu, verdadero ejemplo de tesón, entereza, lucha y sobre todo dignidad, esa de la que tantos carecen. Toda una lección vital. Para ellos un abrazo y el más sincero reconocimiento desde las líneas de este humilde blog.

Y, por supuesto, seguiremos reivindicando justicia las veces que haga falta.

Justizia Iñigorentzat!