Que pite Luis Enrique

Un Real Barcelona sin Suárez (¿en el dentista?) ni Messi (¿en la Agencia Tributaria?), se presentó en San Mamés a medio gas, sabedores de que a pesar de jugar con 10 blaugranas (Ter Stegen juega para el rival por momentos), el trencilla de turno, González González (¿padres parientes entre sí?), se sumaría a la alineación culé para cubrir los huecos. Y así fue.

Sobra comentar que la diferencia futbolística es abismal. Es lo que tiene convertir un club de fútbol en una empresa multinacional con cientos de miles de clientes que hacen posible que la alineación B del Barça pueda arrasar a cualquier rival con meter la tercera. Esperemos que alguno en el palco tomara nota de en qué no debemos convertirnos. Desgraciadamente, no creemos que fuera así.

Tras unos minutos de presión del Athletic, el Real Barcelona se hizo con el control total del juego. Un par de desajustes bastaron para que la calidad azulgrana sentenciara. Esto hizo mella en una parroquia local que acabó desequilibrada por los errores defensivos y el criterio arbitral (marcado por Luis Tabique, Mundo Deportivo y Marca). Ya se sabe, así son los grandes equipos y así les gusta ganar. En esta ocasión les faltó hacer la ola en un banquillo donde suelen tener detalles tan honorables como no llevar agua al equipo rival  en la final de Copa. Sí, nosotros tampoco nos iríamos a una travesía por el desierto con el utillero del Barça.

Busquets

El festival del humor se completó con el reparto de tarjetas. Los monólogos que se marca cada partido Sergio Busquets fueron reídos de principio a fin, así como sus entradas a destiempo, agarrones o el sinfín de acciones fuera del reglamento que hace. Claro, uno ve esa impunidad y el papel de escudero que hace el capitán de su equipo (cuánto sufrió bajo los focos su epidermis), y entiende la pérdida de papeles de algún jugador del Athletic en algunas jugadas. Si a eso le sumamos el espectáculo circense (no sólo por la indumentaria) de Neymar y Munir, que parecían dos acróbatas cada vez que la bota de un defensa rojiblanco se acercaba a menos de un metro. Lamentables todos ellos.

Enésimo bodrio, pues, al que asistimos en San Mamés. Es la eterna función contra los primos hermanos, Real y FC, que parece un musical de Broadway, de esos que llevan en cartelera 20 años. Qué lejos quedan ya aquellos tiempos donde básicamente, nos divertíamos en esos encuentros, donde había fútbol, garra, intensidad, igualdad…y no esta comedia descafeinada donde el partido viene condicionado de antemano por unos medios de comunicación al servicio del duopolio.

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Para completar la jornada, los mismos señores que, al parecer, tienen mucha influencia para que el club no contemple el traslado de una grada ampliada a sur, se dedicaron a identificar a aficionados rojiblancos por el pasillo de recibimiento con pirotecnia que se quería organizar en Sabino Arana a la llegada del autobús. Recibimiento anunciado públicamente y que era similar a los repetidos en grandes citas durante los últimos años y que no ha causado ningún problema reseñable. Pero ya sabemos que la prevención, el sentido común y la lucidez no son su punto fuerte y prefieren actuar a posteriori, sin previo aviso y a modo de vendetta, praxis totalmente enraizada en Lakua.