A quien corresponda

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Nunca pensamos, en nuestra condición de fanzine futbolero, que tendríamos que llegar al extremo de tener que aclarar estos puntos previos ante la amenaza de censura, cierre u hoguera social por parte de los que ostentan el poder en la CAV y el Estado y los lobbies que les mantienen. Hace unas horas, la cuenta de Twitter @AskeoihuA ha sido bloqueada por mostrar opiniones contrarias a las del rodillo mediático desatado en Bizkaia contra Herri Norte Taldea. Mañana puede ser cualquier otro. Disentir del único relato posible que quieren imponer tiene un precio. Primero, la libertad de expresión. Más tarde, quién sabe, quizás el probable rearme con escopetas de pelotas de goma, algo que ya han solicitado públicamente sindicatos policiales como ESAN, al que pertenecía el finado según publicaba Gara el domingo. Veremos cómo encara la consejería de seguridad una situación que se la ha ido de las manos, algo que lamentablemente se veía venir, habida cuenta de los dispositivos empleados en otros partidos de alto riesgo como PSG, Napoli, Anderlecht, Atlético de Madrid, etc.

San Mamés ayer dio muestra de una tensión inusitada, alimentada por unos medios (especialmente los más vendidos en la provincia, de clara tendencia derechista) que no han dudado en lanzarse a la yugular ante un enemigo al que tenían en la diana desde hace mucho tiempo. Según acabó el minuto de silencio, que la grada respetó, HNT entró exigiendo justicia para Iñigo Cabacas. La pitada fue general y llena de agravios. Les tenían ganas. Ocurrió en dos ocasiones seguidas, por si una no era suficiente. Parece que un sector de la afición se olvida del trato que la Fiscalía ha dado a un hincha suyo apenas unos días atrás. Evidentemente, el hartazgo de muchos socios con la violencia alrededor del fútbol es totalmente comprensible, así como los efectos de los mass-media, pero no es excusa para silbar y ponérselo en bandeja a aquellos que buscan dividir, enrarecer más si cabe el ambiente y equiparar ambas muertes. En todo caso, San Mamés y sus aledaños se han convertido en un campo de batalla durante demasiadas noches europeas. ¿Por qué?

Más allá del hooliganismo en sí y las formas que toma en un lugar u otro, de amistades y enemistades entre ciertos grupos y la violencia que conllevan, Bilbo está señalado en el mapa como objetivo prioritario de la extrema derecha europea, algo que queda demostrado cada vez que nos visita el equipo de turno con ultras de dicha tendencia ideológica. Tristemente, Europa es a día de hoy un campo abonado de la extrema derecha. Parece mentira que la segunda guerra mundial la perdieran los nazis, si bien el hecho de que el capital acabará triunfando, vía “fin de la historia”, puede hacernos entender este proceso de derechización. El fútbol es, pues, fiel reflejo de sociedades cada vez más xenófobas, nacionalistas y racistas. En ese contexto, arrasar Bilbo o cualquier otra ciudad con connotaciones antifascistas supone poner una pica en Flandes. Así pues, con el historial de incidentes de los últimos años, la llegada del Spartak había alarmado por su peligrosidad. Lamentablemente, el guión que el audio que circulaba por redes sociales vaticinaba se cumplió. Y se cumplió desde el lunes, cuando unos pocos rusos se plantaban en pleno Casco Viejo gasteiztarra a buscar follón con premeditación y alevosía. La Ertzaintza, en fuera de juego por no haber vigilado un lugar ya señalado, acabó por centrarse en evitar que los locales lincharan a los rusos.

Saltamos al jueves, día de partido tras la manifestación contra la ultraderecha convocada un día antes. Coincidiendo con el corteo de los hinchas rusos hacia San Mamés, decenas de ultras rusos atacaban, una hora y media escasa antes del pitido inicial, el bar de Piratak, peña ajena al hooliganismo. El grueso de los ertzainas desplegados (no 400, ni 500, y claramente insuficientes) cubría el corteo de la Gran Vía mientras hordas rusas, armadas hasta los dientes, trataban de arrasar con un local y los allí presentes, otro objetivo señalado de antemano. Toda Bizkaia, la Ertzaintza incluida, sabía que dicho bar era objetivo prioritario de los ultras, por lo que lógicamente cabe preguntarse por qué no estaba suficientemente protegido y cómo pudieron llegar hasta allí sin ser detectados. ¿Falta de efectivos? ¿Pasividad?

Es más, cuando los rusos atacan a hinchas locales son éstos los que han de defenderse, pues los pocos ertzainas en las inmediaciones tardaron en actuar. Es decir, vendidos a su suerte e inseguros en su propia ciudad, la autodefensa y la pirotecnia les libró de un mal mayor. Se pusieron en lo peor y esa previsión fue crucial. Esto es sumamente grave, ya que en una sociedad democrática cualquier individuo renuncia al uso de la violencia y se lo cede al Estado, que vía policial garantiza la seguridad de sus ciudadanos. Al menos en teoría, ya que, repetimos, los precedentes de PSG, Napoli y un lamentable etcétera vienen a corroborar lo contrario, es decir, que reiteradamente hay fallos enormes en los operativos policiales. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Habríamos de pensar mal, ergo en alguna oscura motivación? ¿Dará alguna explicación al respecto Beltrán de Heredia, la misma que pide reflexión al fútbol como si éste tuviera vida propia? ¿Está obviando sus responsabilidades?

¿Qué alternativa tenía un hincha normal? ¿Quedarse en casa? ¿Y los bares? ¿Debían bajar la persiana? Esa lectura debieron de hacer en un colegio de Indautxu al cancelar su actividad extraescolar. Si hasta las monjas dudaron, de facto, de la capacidad de la Ertzaintza para hacer frente a los ultras y de proteger a la ciudadanía, es que llovía sobre mojado. El ejemplo es ilustrativo, más allá de encuestas y estadísticas, de la confianza que genera el cuerpo, al menos en ciertas situaciones.    

De mientras, los miembros de HNT estaban retenidos en el edificio de peritos desde las 7 de la tarde. Hay fotos que así lo atestiguan, pero los medios sólo publican aquellas con las armas que les habrían sido interceptadas. Si el grueso, pues, de dicha peña estaba bajo estricto control policial, no pudieron participar como grupo organizado en incidente alguno. Sin embargo, la mayoría de medios les señala, la gente se cree una versión oficial evidentemente falaz y, aviso a navegantes, la Ertzaintza acaba irrumpiendo en su local dos días después so excusa de los decibelios y llevándose la recaudación de un concierto. ¿También se llevan la caja registradora de los pubs que pudieran incumplir normativas de aforo, permisos o ruido? ¿A dónde va ese dinero?

Más allá de filias, fobias y trayectorias hooligans de cada cual, la búsqueda de un cabeza de turco que tape el desaguisado es evidente desde el minuto uno. El audio de la “bengala que explota cerca y le perfora el pulmón” es una delirante invención cuya procedencia lo hace más grave aún. Empero, muchos medios abrazaron ansiosos la versión: Marca tituló “asesinos”, Tele5 habló de “radicales locales provocando a hinchas rusos”, Manu Carreño de la peligrosidad de los ultras de Bilbao, Marsella y Lokomotiv (obviando intencionadamente al Frente Atlético, con dos asesinatos en su haber). El hecho de que hubiera rusos con ganas de gresca desde el lunes o el ataque a Piratak pasaron a segundo plano o quedaron directamente silenciados. Manipulan, desinforman y explotan el morbo adherido a la violencia. Señalar y criminalizar sale barato. 

Pero si al ertzaina lo mató un precario estado de salud y una jornada maratoniana y estresante, algo que es competencia directa de la consejería de interior, y si el grueso de HNT estaban retenidos, parece razonablemente plausible dudar de la versión oficial. ¿Quién participó en los incidentes? Probablemente, gente a título individual que carece de siglas, con lo que es más difícil de identificar, señalar y, por ende, criminalizar.

Da igual, que corran ríos de tinta, con opinadores a sueldo, sociólogos, políticos y demás gente dilucidando el porqué de la violencia. La culpa es del fútbol, los ultras, el heteropatriarcado, la testosterona o, si no, “los antifascistas que se comportan como fascistas, son fascistas” (Aitor Esteban, PNV). Prácticamente todos ellos reduccionismos malintencionados que obvian un elemento clave como es el carácter ultraderechista de los visitantes y la inseguridad ciudadana ante ellos. Los políticos de este país, en especial aquellos situados a la izquierda, harían bien en reflexionar sobre los límites de la corrección política, aclarando cuándo está legitimado el uso de la violencia y cuándo no. Si sólo vale como autodefensa feminista, en respuesta al FMI, en Intxorta en 1936 (en Santoña ya no) o cuando la policía que has dirigido durante décadas acumula unas 200 denuncias por tortura o le da por cargar contra la población “de manera proporcional” o, es igual, “entrando con todo al callejón”. La piel fina para lo que queremos. Por tanto, quien apela al mantra de “la violencia es mala venga de donde venga” y luego la ejerce o ampara es un cínico e hipócrita. No quedan Gandhis, y mucho menos a nuestro alrededor. De oportunistas y moralistas baratos, en cambio, vamos sobrados. Queda la sensación de haber cuentas pendientes entre más de un agente y ganas de imponer la agenda particular de cada cual; mientras, todos aquellos que queremos disfrutar del fútbol en paz, con hijos, familia y amigos y a quienes la violencia nos parece el último recurso, quedamos relegados a un plano meramente testimonial o, peor, somos vulgarmente instrumentalizados.  

Dicho lo cual, no hay que olvidar que en el mundo de las gradas hace falta una profunda reflexión, que creíamos que se daría con la asesinato de Jimmy, entre las hinchadas antifascistas. Un pacto de mínimos, de no agresión, que prevalezca sobre otras cuestiones podría ser una medida que ayudara a aminorar la violencia alrededor del fútbol. De lo contrario, los medios continuarán minando su legitimidad por mucho que hayan servido en más de una, dos y tres ocasiones para pararle los pies al fascismo y malnacidos varios (los ultras del PSG por ejemplo) cuando éstos se han dedicado a cazar y agredir a todo aquel que pasaba por su lado por el simple hecho de ser vasco, del equipo rival o poteador en Doctor Areilza. Algún periodista que desde el altar del supuesto sentido común pontificaba sobre cobardía y cagarse en los pañales debería bajar de su torre de marfil a la calle y ver cómo actúan violentos de todo signo. Lo mismo se derrumban algunas poses, falsas equidistancias y acusaciones; pues es fácil zumbar a culatazos a alguien inmovilizado en el suelo (hay vídeo), mas no tanto entrar al cuerpo a cuerpo en un cruce de Sabino Arana con una turba de tarados mentales paramilitares entrenados para hostiarse en un bosque con sus congéneres. Y mejor no entremos a mayores comparaciones.

La CAV, ese autodenominado oasis, no está preparada para la Eurocopa 2020. Si la llegada de un grupo de 2000 es capaz de liarla así, qué no será capaz de hacer una cifra 10 o 20 veces mayor. ¿Es el negocio de unos pocos (sí, unos pocos) lo suficientemente rentable como para seguir con un evento con tales peligros? Y, ojo, las pelotas de goma no son la solución. No van a paliar la sensación de indefensión actual; al contrario, aumentarían las opciones de causar heridos, probablemente ajenos a los causantes de los disturbios, en situaciones donde hay grandes multitudes congregadas. 

Un último apunte para la directiva del Athletic, que ante las órdenes de arriba y las presiones de parte de la masa social anuncia medidas disciplinarias, se presenta en concentraciones y envía tuits sin valorar ni un mínimo el agravio comparativo que supone su postura con la que mantuvo con la muerte de Iñigo Cabacas. Duele decirlo, pero así es. Si una muerte merece un homenaje por parte del club, quizá debería éste tener la misma vara de medir, la misma humanidad y la misma actitud, porque de lo contrario, se pone en evidencia. Tres cuartos de lo mismo puede decirse de quien pretende equiparar la muerte de Ino con la de Cabacas como si de un partido de fútbol se tratara; o de quien pide empatía y señala culpables, olvidándose de la hemeroteca y el trato y las palabras que Atutxa y compañía dedicaron a Rosa Zarra o Kontxi Sanchiz. Porque la desazón nos lleva irremediablemente a acordarnos de Cabacas y del trato que Athletic Club, Ertzaintza y algunos de sus sindicatos, PNV, Fiscalía y demás políticos han dispensado a su familia y allegados.

Si el club decide, pues, borrar a algún socio o sector de San Mamés, solo esperamos que lo haga en frío y no al vaivén de la presión social. Con luz y taquígrafos, criterios objetivos, pruebas fehacientes y, ya puestos, un código ético aplicable a más casos. Porque lo mismo hay individuos, notorios socios, salpicados por casos de violencia de género, corrupción, los papeles de Panamá o demás males. Lo mismo es socio quien mató a Cabacas, quién sabe. O quien dio la orden.

Reflexionemos, pues, pero que no nos tomen por idiotas.